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¿Jóvenes incívicos? Jóvenes "normales"

 

Este último año pandémico ha sido convulso y terrorífico para casi todos. No todas las personas han prestado la misma atención a las informaciones recibidas; y aún prestando la debida atención no han considerado éstas de manera que rigieran la forma de actuar en la cotidianidad de sus días. Muchas de las informaciones recibidas nos han mostrado un grupo de edad como el más preocupante en relación al cumplimiento de las normas: los jóvenes, que dependiendo de la fuente que se utilice puede ir desde los 15 hasta los 35 años, o bien dejando a los menores a un lado, desde los 18 hasta los 35. Creo que estos márgenes de edad son orientativos y que el objeto de consideración deben ser las conductas realizadas porque, puestos a analizar, podemos encontrar sujetos de todas las edades. Además no se circunscribe a una zona o país determinado, sino que dicho fenómeno parece ser generalizado.

En esta línea, los medios de comunicación, han señalado a este grupo como carente del civismo necesario para afrontar una situación tan alarmante como la que seguimos viviendo. Apelativos como egoístas, hedonistas, inconscientes... Son solo tres, pero hay muchos más. 

Una breve reflexión sobre la juventud hace que revise algunos datos que a nivel estadístico diferencian a este grupo de edad. Citaré someramente algunos: los consumos de alcohol y drogas, los accidentes de tráfico (algo que manejan muy las compañías aseguradoras), las infracciones penales, las transmisiones de enfermedades de índole sexual. Con el tiempo más que datos estadísticos se han convertido en un signo distintivo. El problema es que la estadística es fría y despersonaliza los problemas. Es una obviedad que no todos los jóvenes deben encuadrarse en esta listas, pero lo son también los números, por lo que el problema de la juventud, en relación a su civismo, se mantiene con respecto a otros grupos de edad.

Se han estudiado en profundidad, a nivel descriptivo, las acciones citadas, con tanta profundidad y claridad que se han normalizado. El aura propia de la juventud lleva a justificar cierto tipo de situaciones como propias de la edad. Que un@ joven se inicie en el consumo de tabaco para justificar una moda social o una integración en un grupo, se ha normalizado, a pesar de la extensísima bibliografia, los relatos de los enfermos, las campañas publicitarias sanitarias... Los últimos datos indican que existe un consumo sostenido con ligeras variaciones a la baja. Así se puede concluir que las campañas sanitarias no han sido eficaces, porque el problema persiste.

El fracaso una campaña sanitaria no se considera problemático aunque las gráficas se pueden estudiar desde hace más de 20 años. No se ha conseguido erradicar esta conducta insana que es causa directa de miles de muertes desde hace años. Se ha intentado también llevar la cuestión a materia disciplinaria y sancionadora, como la prohibición de fumar en determinados lugares y las consecuencias ya han sido nombradas. También se ha normalizado que un@ joven sea sancionada por beber en un determinado lugar o por fumar determinada sustancia. Esencialmente es habitual, ya no sorprende a nadie, y ése es precisamente el problema.

La cuestión que nos ocupa por lo tanto, no ha tenido un tratamiento novedoso, a un problema sanitario de emergencia internacional se ha actuado como se ha hecho siempre en cuestiones de juventud: información puntual y sanciones. Se están aplicando las mismas medidas una y otra vez y se están obteniendo los mismos resultados una y otra vez y así seguiremos.

La juventud de una sociedad no es más que el reflejo de la sociedad en la que se educa. La forma en la que se educa a las futuras generaciones se ha convertido en algo habitual su forma de proceder, siempre es la misma. Si la educación no avanza, la sociedad se queda donde está. Llevamos tanto tiempo justificando que las cosas se hagan de una determinada manera que nos hemos olvidado de que se pueden hacer de otra diferente.

Pero ¿quién va a realizar tan ímprobo trabajo?

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